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JAZZ

En 1935 el escritor chileno Pascual Brandi Vera publicó lo que podría considerarse –hasta donde sé- la 1era novela de reflexión urbana sobre el jazz en Chile, texto en que esta música adquiere un papel simbólico relevante.

Por Miguel Vera-Cifras

Musicólogo y gestor cultural

En 1935 el escritor chileno Pascual Brandi Vera publicó lo que podría considerarse –hasta donde sé- la 1era novela de reflexión urbana sobre el jazz en Chile, texto en que esta música adquiere un papel simbólico relevante. “JAZZ”, editado e impreso en los Talleres de la Editorial Nascimento, en Santiago, es un relato amargo donde la ciudad se presenta como un escenario de representación y farsa, y el jazz como un bien simbólico en disputa, apropiado por una élite oligárquica -a la que el autor adjudica el gusto por esta música- y a la cual el narrador interpela con cáustica mordacidad: “A vosotros pues mi jazz”, mi “primer gruñido” que parece devolver una serie de “quejidos desarticulados de vuestro propio jazz”. Hay, entonces, para el narrador dos tipos de jazz: uno, el de ellos (la oligarquía decadente) y otro, el jazz que el propio autor asume irónica y ventrílocuamente cuando esgrime su ácida mirada frente a la modernidad. Brandi Vera descalifica a ese “vuestro propio jazz” como “Farsa”, habla engañosa y venenosa, signo de una élite santiaguina despreciable que para él no es más que una cáfila de “cómicos bastardos” y “falsos redentores de las clases proletarias”. El narrador lamenta que estos “saltimbanquis de la pista urbana” actúen con tanta soltura y con una aureola de circo y decadencia sobre el escenario del “drama criollo” donde él, como ciudadano y narrador sensible, sufre el perjuicio como propio, llegando incluso a identificarse corporalmente con la materialidad de la urbe (“somos como rascacielos”), achacando al jazz la promoción y publicidad de una “mercadería” engañosa que la cultura imperante promueve y que él rechaza. Así, jazz y Santiago llegan a identificarse en un sentido que inaugura no sólo una lectura metafórica de la ciudad, sino también al jazz como sonoridad situada. Ya antes, en 1927, el dramaturgo Armando Moock había criticado la modernidad en su obra “Señorita Charleston”, asumiendo al jazz (para él, en ese momento, la percusión del Charleston) como símbolo de una decadencia moral que él ve expresada en el feminismo en boga al momento. A diferencia de Moock, con quien comparte la visión negativa del mundo moderno, Brandi Vera opta por dar cabida a la adscripción a través de la ironía, en una identificación que le permite tanto emponzoñar como redimir al jazz a través de su postura crítica. En carta a Vicente Huidobro fechada el 10 de julio de 1935, Brandi Vera le dice al poeta: “le pido su juicio porque, comprendiendo su absoluta independencia y elevación de vida, libre del yugo protocolar de la vida social o burguesa, este jazz no le sonará desagradable”. Así, el autor le hace llegar a Huidobro un ejemplar de su obra, señalando que “Del escaso número de ejemplares de que he podido disponer en la edición de mi novela JAZZ, uno de los que con más adhesión y simpatía espiritual consagro es el que hoy le envío a usted”. Novela casi desconocida y difícil de encontrar, Jazz es un texto que bien atesoraba su autor como nosotros ahora, viviendo igualmente entre el amor a una música que nos mueve el alma y una muy otra versión de la misma, secuestrada por una elite que por estos días la celebra sin autocrítica alguna.

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